24 feb 2009

ACTORES NATOS

Diálogo entre Laurent Cantet y François Bégaudeaurecogido por Philippe Mangeot.


Laurent Cantet: Empezamos a trabajar con los alumnos en noviembre de 2006 y seguimos con ellos hasta el fin del año escolar. Organizamos talleres abiertos los miércoles y los jueves. Cualquiera podía participar si le apetecía. Contando a los que solo vinieron una vez, vimos a unos cincuenta alumnos. La clase de la película está formada casi en su totalidad por los que asistieron durante todo el año; los demás se fueron yendo solos.


François Bégaudeau: 25 de 50. No se parece en nada a lo que cuentan de los castings de adolescentes: “Vimos a 3.000 chicos antes de encontrar a la joya”. Pero no es así, hay muchas joyas.


Laurent Cantet: Así fue como, a lo largo del año, se formó la clase. François estuvo en todos los talleres. Aprendimos a conocerlos y descubrimos lo que podían aportar a los esqueletos de los personajes que les proponíamos. Los personajes del guión inicial, que solo existían en la medida de las situaciones que podían provocar, empezaron a tomar forma. El joven chino del libro, por ejemplo, me interesaba por su aún frágil dominio del francés y por el episodio de la expulsión de sus padres, pero el Wei que vemos en la película debe mucho al joven que lo interpreta. No escribimos una sola palabra para describirle, ni tampoco para la escena donde explica que siente vergüenza de los demás.


François Bégaudeau: En el libro, Ming estudia mucho; habla poco porque está muy concentrado y teme meter la pata en francés. Sin embargo, Wei no para de hablar. Ya en los primeros talleres lanzaba monólogos de media hora sin el menor complejo a pesar de un bilingüismo nada perfecto.


Laurent Cantet: Hay casos muy diferentes según el nivel de construcción de los personajes. Por ejemplo, Arthur, el gótico, no estaba previsto en el guión. Unas semanas antes de empezar a rodar, la diseñadora de vestuario habló con ellos, y si uno quería ser gótico, ¿por qué no? Supongo que le gustaría serlo en la vida real, pero no se atreve a hacerlo. Por eso le pedí a su madre que hablara de ese tema con el profesor. De hecho, fue la única vez que sugerí un tema. En todos los demás casos, los padres propusieron los temas, proyectando en los personajes lo que esperan de sus hijos.


François Bégaudeau: En lo que respecta a los adolescentes, la mayoría de sus personajes son composiciones. Cuando se estrene la película, muchos dirán: “Estos chicos son geniales, pero no son actores. Si lo hacen tan bien es porque es su vida”. Y se equivocarán completamente.


Laurent Cantet: Durante las improvisaciones en los talleres, intentábamos empujarlos para saber si podrían interpretar algunas de las escenas. Un día le pedí a Carl que se metiera con el profesor y nos ofreció una escena tremendamente violenta. Unos minutos después, le sugerí otra situación: le han echado de un instituto y acaba de llegar a este, quiere hacerse el bueno. Inmediatamente compuso un personaje comedido, que se siente intimidado ante François. De hecho, esta escena está en la película.


François Bégaudeau: Durante la escena de fin de curso, en la que Khoumba y yo nos peleamos, le dijimos a la chica que interpreta el papel, Rachel, que debía ponerse pesadísima. Y esta chica, normalmente muy agradable y simpática, se convirtió en insoportable.


Laurent Cantet: No cabe duda de que Frank, como intérprete de Souleymane, es el que más trabajó su personaje. En la vida real es un chico muy tierno, muy tranquilo. Tuvimos que fabricar esa imagen de chico duro, empezando por el vestuario. La primera vez que se probó la ropa, tuvo la impresión de ir disfrazado. Es verdad que el vestuario les ayudó a todos a meterse en sus papeles. Esmeralda, por ejemplo, es monolítica y se siente muy cómoda en una relación de fuerza y conflicto. Antes de rodar una escena, le pedí que hablara de Sócrates como si le conociera. Inmediatamente, fue capaz de ofrecer una visión justa de La República, pero llena de lagunas, a pesar de no haberlo leído. Su único conocimiento procedía de lo que François le había contado.


François Bégaudeau: Además de tener una gran facilidad para improvisar, también eran capaces de volver a interpretar una escena con total exactitud y con la misma naturalidad que durante la primera improvisación. Puede que sea un don de esta generación, pero creo que el colegio lo incrementa porque incita a un disimulo permanente, a un juego de rol, a hacer trampas. Sobre todo a los malos alumnos, obligados a compensar sus dificultades con imaginación, inventiva, labia.

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